jueves, 22 de septiembre de 2011

El proceso que llevó a los nazis al poder




Tengo preparado un relato acerca de la forma en que Lise Meitner se vio obligada a escapar de la Alemania de los nazis en el verano de 1938.

Sin embargo, debido a que cada vez es menos la gente que sabe qué fue aquella barbarie, me planteé como objetivo una descripción de la forma en que ese grupo de extrema derecha llegó a gobernar a una nación capaz de tener en su vida intelectual a gente como Schiller, Bethoven, Mozart, Goethe, Einstein, Planck, etcétera.

Puede verse que la lista no es pequeña, pues faltan muchísimos. Es la razón por la que uno siempre se plantea la pregunta, ¿cómo es posible que un pueblo tan rico culturalmente hablando fuera capaz de llevar al poder a tal gabilla de asesinos que desataron una carnicería en la que murieron más de 55 millones de personas?



Entonces lo que debía ser un preámbulo se convirtió en una historia larguísima en la que me encontré una multitud de asuntos que ahora nos quieren contar al revés.
  • La primera cosa importante es que el pueblo alemán no llevó a Hitler al poder, equivocadamente, eligió como Presidente a un anciano al que prefirieron precisamente para evitar que ese lugar lo ocupara Hitler. El problema era que ya padecía demencia senil y ya no tenía muy claras sus ideas. Había, además, un profundo deterioro del sistema parlamentario, de modo que los diputados ya no legislaban y tampoco controlaban al ejecutivo. Si uno encuentra alguna semejanza con el México de la primera década del siglo XXI, es algo que nos debe poner a reflexionar.
  • La segunda fue que la responsabilidad de los nazis en el poder no es exclusiva de los alemanes, pues en esa historia están incluidos los países que impusieron sobre esa población una carga brutal de pagos por reparaciones de guerra. Hoy podemos pensar en América Latina y su deuda, o bien, en países como Grecia, convertido en el negrito en el arroz de la Comunidad Económica Europea.
  • La tercera resultó la gran mentira de que la autodeterminación de los pueblos es obra de Woodrow Wilson con sus “catorce puntos” planteados en 1918. Era un Presidente de los Estados Unidos que buscaba, en realidad, la independencia de las colonias ocupadas por los europeos, a fin de que dejaran el campo libre para ocuparlo ellos. La afirmación que atribuye la autoría a ese presidente es falsa, pues según el Museo de las Intervenciones, localizado en la Ciudad de México, Carlos María Bustamante definió el principio de autodeterminación de los pueblos en 1823. Sería entonces el primero en hacerlo. Dentro de un contexto teóricamente consistente, enraizado en una concepción de la historia, fue Vladimir Ilich Lenin quien entre febrero y marzo de 1914 escribió “El Derecho de las Naciones a la Autodeterminación”. Él retomó un conjunto de argumentos desarrollados por Rosa Luxemburgo sobre el tema y formuló un pensamiento político coherente. Esa es la realidad, por más que la wikipedia se remonte hasta la Revolución Francesa, o a la Doctrina Monroe, entre otras de las muchas aberraciones y gazapos que uno encuentra en las historias torcidas.
  • El cuarto asunto interesante fue que hallé una historia de traición en la socialdemocracia alemana, lo cual me viene a explicar por qué se conducen así los líderes del Partido Socialista Obrero Español, o el Partido Socialdemócrata Alemán, entre otros tantos administradores de las crisis recurrentes del sistema capitalista que usan en su nombre la palabra socialismo. Resulta que son los herederos de un cómplice de asesinos llamado Friederich Ebert, líder de la socialdemocracia en Alemania en 1918 y a quien ahora le dedican, como a Yeltsin en Rusia, una “Fundación” que busca borrar la historia real para plantearlo como un benefactor de la clase obrera.

Todo parece indicar que cada vez que uno encuentre la palabra “Fundación” es preferible tener mucho cuidado, pues podría ser la cara dulce con la que pretenden hacernos creer que alguien no fue (o es si todavía vive) un sátrapa asesino, o cuando menos, uno indulgente con los encargados de jalar el gatillo, blandir el puñal o amarrar a una piedra las manos y los pies de seres humanos torturados para que se hundieran en el agua casi congelada de un río.

Enseguida presento una faceta poco conocida de Max Planck. Uno de sus hijos fue implicado por los nazis en el atentado contra Hitler en el verano de 1944. Fue torturado y asesinado como consecuencia de esa acusación. Planck tenía entonces más de 80 años y había perdido a casi toda su familia en la guerra. Después de la muerte de su hijo se pasaba horas en el piano de su casa, tocando las piezas musicales que le gustaban al joven fallecido:


El fondo del problema inicia cuando un tipo muy listo, conocido como el Canciller Bismarck, se le ocurre formar una nación bajo el liderazgo de Prusia. Así nace Alemania, con una organización y una estructura industrial ligada a una casta de académicos de altísimo nivel. Mejoran la educación, la ciencia y la tecnología de la mano de unos industriales ligados a un esquema de gobierno que no lograba salir todavía del autoritarismo más pleno.

Siendo tan largo el tema, opté por explicar las cosas a partir de la primera guerra mundial, atendiendo el papel preponderante de la izquierda, especialmente porque así se le devuelve un poco del sitio que ocupó en su momento, aunque no sean ellos los escritores de la historia que se enseña en las escuelas, o se menciona en los medios de comunicación.


Así empieza entonces mi relato, dejando para la próxima ocasión la forma en que esa pobre mujer: Lise Meitner, dejó en 1938 absolutamente todo para salvar su vida, solamente porque un grupo de asesinos había encontrado que ella era ¡25% judía! Las huellas de la barbarie, o dicho de otro modo, el huevo de la serpiente, se encuentra muchos años antes.

La Primera Guerra Mundial y la Oposición de la Izquierda.
Para 1910 había en Alemania partidos relativamente bien definidos ideológicamente. La socialdemocracia tenía una estructura partidista con integrantes afiliados y un sistema de cuotas para financiar sus actividades. Eso no significaba la existencia de una visión única del mundo, y por supuesto, tampoco de las tácticas correctas. Cuando la guerra estalló en el verano de 1914, la dirección del partido socialdemócrata alemán apoyó las acciones bélicas y se unió a la promoción de los bonos de guerra emitidos por el gobierno alemán para ayudar en el financiamiento del conflicto.



El conflicto bélico confundió a las mentes más claras de Alemania, por ejemplo, un grupo de científicos muy importantes, entre quienes se incluía al célebre físico Max Planck, firmaron un manifiesto en el que exponían el derecho de esa nación a obtener un “espacio vital” para su desarrollo. La lógica de esa forma de pensar se alineaba con una crítica al reparto colonial del mundo que se había desarrollado después de que América fuera descubierta por Cristobal Colón. Era un mundo repartido al que Alemania había llegado tarde. En aquella ocasión, casi la única voz discordante fue Albert Einstein, quien junto con otros pensadores promovió un manifiesto por la paz que, obviamente, fue censurado por el régimen del Káiser.

Desde la posición más radical de la izquierda, Lenin, quien no podía entrar a Rusia, insistió en que la Primera Guerra Mundial (como se le llama ahora) era un enfrentamiento entre potencias imperialistas en donde los obreros no tenían nada que ganar, y en cambio, solamente podían prolongar y acrecentar su sufrimiento, hasta morir, por un conjunto de objetivos que no eran los suyos.

La Izquierda Alemana Dividida Frente a la Guerra.

En la misma dirección, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht en Alemania desarrollaron posiciones similares a la de Lenin, oponiéndose a la concepción colaboracionista de los líderes del Partido Socialdemócrata. Ellos fundaron la Liga Espartaco para promover una visión de la actividad revolucionaria cuyo objetivo era la toma del poder a la vez que veían la lucha por reformas como una forma de acercarse a los cambios revolucionarios que implicaran la abolición del estado capitalista.
La que sigue es una foto de Rosa Luxemburgo en su juventud:


En 1917 Alemania estaba agotada, la producción y distribución de alimentos era insuficiente y el racionamiento empezaba a alcanzar también a los integrantes del ejército. El patriotismo guerrero inicial se había tornado en desesperación. En el verano de ese año aparecieron las primeras muestras públicas de descontento, en agosto de ese año ocurrió un motín entre integrantes de la marina alemana, pero fue reprimido de inmediato. Un año después, en los primeros días de noviembre de 1918, se presentó en Kiel, en el norte de Alemania, una nueva rebelión, 300 soldados fueron encarcelados, pero en el momento de lanzar a las tropas en contra de la población que protestaba, una cantidad considerable de marinos se pasaron al lado de los habitantes de Kiel.
Enseguida una fotografía de Karl Liebknecht:

Para esa fecha ya había ocurrido la revolución bolchevique en Rusia y una parte del ejército respaldaba el programa esencialmente pacifista de Lenin. La posibilidad de tomar el poder se estaba convirtiendo en una realidad en Rusia, y en Alemania, todo mundo estaba tomando nota de esa circunstancia cualitativamente distinta.


La Traición de la Dirección Socialdemócrata y una Fundación que Endulza su Memoria.
La historia que viene después es digna de ser contada, toda vez que su olvido ha llevado a la formación de mitos y de falsos héroes de la clase obrera. Siguiendo puntos de vista cercanos a los de Lenin acerca de la guerra, Rosa Luxemburgo promovió, junto con Karl Liebknecht, la oposición a la guerra desde la Liga Espartaco. Ya en 1915, Liebknecht había sido detenido y encarcelado por los militares en castigo por su oposición a la guerra. La complicidad de la dirección del Partido Socialdemócrata Alemán resulta obvia si se toma en cuenta que, además, Liebknecht había sido expulsado de esa organización, en ese mismo año, por tratar de organizar a las bases del partido en contra de ese conflicto bélico. En julio de 1916, fue condenado a cuatro años de prisión por sus acciones contrarias al conflicto bélico y algo similar ocurriría con Rosa Luxemburgo. Algunas de las acciones que los llevaron al encarcelamiento fue la organización de una manifestación de más de 10 mil personas exigiendo la paz.

Para abril de 1917 el Partido Socialdemócrata era una gran confusión, además de la Liga Espartaco, considerada como el ala izquierda, estaban Hugo Hasse y Eduard Bernstein, con sendas posiciones que, entre matices y detalles importantes, tenían ya un punto de vista diferente al del líder, Friederich Ebert, el máximo colaboracionista del régimen.

La revuelta originada en Kiel se extendió por toda Alemania. El zar de Rusia había abdicado desde marzo de 1917 y era conocida la noticia de su fusilamiento, junto con toda su familia, en julio de 1918, de modo que la suerte de su primo Guillermo, Emperador de Alemania, empezaba a asemejarse a la del primero. Conscientes de que el país estaba agotado, y de que la guerra ya no podía se ganada, Friederich Ludendorff, oficial de importancia en el ejército alemán, insistió en la necesidad de un armisticio con los franceses e ingleses, quienes ahora tenían de su lado a los estadounidenses.

Poco antes de abdicar, el Kaiser Guillermo había nombrado como Canciller Imperial al príncipe Maximiliano von Baden el 3 de octubre de 1918. También habían intentado algunas medidas políticas que pretendían hacer aparecer al gobierno como un nuevo régimen de corte parlamentario, pero la situación confusa del país oscureció el impacto que se buscaba con los cambios intentados.

Cuando ocurre la insurrección de Kiel, el Partido Socialdemócrata envía a Gustavo Noske a ese puerto con el propósito aparente de dirigir la revuelta. Éste engaña a los insurrectos haciéndolos creer que está de su lado y mintiéndoles en el sentido de que ellos ya forman parte del nuevo gobierno. El señuelo es un puesto en el nuevo gabinete formado en torno a Maximiliano von Baden, se trata de un experiodista de nombre Philipp Heinrich Scheidemann, que es integrante del partido desde principios de siglo. Noske logra controlar la situación, y como consecuencia, la burguesía y la casta política alemana asociada a ella comprenden que no es factible controlar la situación con von Baden como cabeza principal, de modo que recurren a Friederich Ebert para que contribuya a la formación de un segundo nuevo gobierno. Convencen al Kaiser de abdicar, quien conociendo la suerte de su primo en Rusia cuatro meses antes, acepta y decide escapar de Alemania.

En la siguiente dirección se pueden encontrar diagramas, explicados en Inglés, acerca de la estructura organizativa del Imperio Alemán y del que se instauró con la República de Weimar:
Allí se encuentra una fotografía excelente del parlamento en febrero de 1927.


Una vez en el poder, Ebert realiza un pacto secreto con el General Wilhelm Groener, ministro de la guerra del gobierno. Acuerdan reprimir el bolshevismo en Alemania, mantener la disciplina, sostener a los oficiales de alto rango y eliminar a los socialistas ligados a los Consejos de Trabajadores y Soldados recién fundados. Enseguida, Gustavo Noske, nombrado el nuevo ministro alemán de defensa, se asocia con los Freikorps, o cuerpos libres en Español, que son grupos paramilitares de extrema derecha formados desde el siglo XVIII. El propósito es aprovecharlos para llevar a la práctica el acuerdo de Friederich Ebert con Groener.

Como resultado del proceso de colaboracionismo de los líderes del partido socialdemócrata con los residuos del régimen del emperador, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht fundan el Partido Comunista de Alemania al finalizar diciembre de 1918, sin embargo, son asesinados en enero de 1919 por los Freikorps, que actúan con la complicidad de Gustavo Noske y de Friederich Ebert, quien es sucedido en el puesto de canciller por Philipp Heinrich Scheidemann.

Un relato acerca del asesinato de estos dos líderes de la izquierda alemana se encuentra en la siguiente dirección:


El Partido Socialdemócrata Alemán llega al poder únicamente para pacificar y administrar el país a favor de la derecha, por eso resulta peor que paradójico la existencia en México de una Fundación Friederich Ebert, que declara estar extendida por más de 90 países y promover la participación de la sociedad civil usando fondos públicos. Ignoro cuál es el origen de esos fondos, pero por más que traten de endulzar la historia, la realidad es que llevan el nombre de un traidor al movimiento obrero.

Si quieres fotografías originales de esa época, las encuentras en la siguiente dirección:


Una Especulación de José María Laso Prieto ¿Una Especie de Efecto Mariposa?
Existe en la física una frase que ha llamado mucho la atención de los especialistas de los estudios sociales. Se trata de un hallazgo en la teoría de las ecuaciones diferenciales ordinarias no lineales, que a diferencia de las que sí son lineales, tienen la característica de que un pequeño cambio en las condiciones iniciales da lugar a soluciones esencialmente distintas.

Un punto interesante es que las soluciones distintas se mueven siempre en regiones específicas que pueden ser estudiadas y clasificadas con métodos matemáticos bien conocidos. Traducido al contexto de los fenómenos sociales, los estudiosos de esos temas han descubierto un espacio para la especulación que les permite imaginar qué habría pasado en la historia, o en sociedades particulares, si un evento específico hubiera tenido un desenlace distinto. Por ejemplo:
  1. Imaginemos que Moctezuma le tiende una trampa a Hernán Cortés al recibirlo en la gran Tenochtitlán, ordena su asesinato y éste no conquista a los aztecas.
  2. ¿Qué habría ocurrido si en 1988 no se concreta el fraude electoral y Carlos Salinas no gobierna México?
Y así sucesivamente.

En un sentido similar José María Laso Prieto ha escrito lo siguiente:
“Cierto es que en 1918 se produjo un motín de marineros que proporcionó a la revolución el empujón que necesitaba. Lo extraordinario fue precisamente que tal motín desencadenase un terremoto que sacudió toda Alemania, que hizo que se levantara todo el Ejército, toda la clase obrera urbana. Ahora se trataba del derrocamiento de la clase dirigente y de la reforma del Estado.”

Más adelante agrega: “El verdadero héroe de esta revolución fueron las masas sin liderazgo. En cuanto a la capacidad de convocatoria de masas, el 1918 alemán no les va a la zaga ni al julio de 1789 francés, ni al marzo de 1917 ruso. De haberse consolidado la Revolución Alemana habría cambiado la historia mundial. Su conjunción con la rusa habría ensanchado sus respectas bases posibilitando una construcción democrática del socialismo en toda Europa. Los ríos de sangre que se vertieron en 1919, para aplastar a tal Revolución, dan fe de que ésta no fue ni una quimera ni una ilusión, sino una realidad viva y sólida. No hay duda alguna de quién sofocó la Revolución, la dirección del Partido Socialdemócrata, Ebert y sus hombres. Tampoco hay duda alguna de que los dirigentes del SPD, para poder derrotarla, se pusieron primero a su cabeza y luego la traicionaron.(...) El héroe colectivo de esta revolución, la clase obrera alemana, nunca se recuperó del golpe que le fue asestado. La unión socialista por la que con tanta valentía luchó y murió se perdió para siempre en 1918. El gran cisma del socialismo y el odio imborrable entre comunistas y socialdemócratas, data de la gran traición de 1918. La socialdemocracia proviene de un partido obrero que el capitalismo ha domesticado para sus propios fines. Los mismos trabajadores que en 1918, 1919 y 1920 habían combatido con tanta valentía pero con tan poca suerte, se encontraron con un espíritu combativo totalmente extenuado cuando quince años más tarde lo hubieran necesitado nuevamente... contra Hitler. Y en 1945, sus hijos ya no eran capaces de reproducir las hazañas de 1918 de sus padres. Hoy sus nietos ni siquiera las conocen. La tradición revolucionaria de los trabajadores alemanes se ha extinguido por completo.”

Quienes tengan interés en leer a ese autor, lo pueden encontrar en: http://www.nodulo.org/ec/2005/n040p06.htm

La Alemania de la Primera Postguerra.
Con la población de izquierda reprimida, y sus líderes asesinados, el gobierno socialdémocrata de Alemania llama a elecciones en 1919. Se elige una Asamblea Nacional en la que los socialdémocratas ganan el 37.9% de la votación:
  • El partido Z, que defendía los intereses de los católicos, obtuvo el 19.7% de la votación.
  • El Partido Demócratico Alemán, de corte nacionalista y formado por microempresarios, trabajadores del gobierno, profesores, científicos y artesanos, obtuvo el 18.6% de los votos.
  • El Partido Nacional del Pueblo Alemán, de orientación totalmente conservadora y lleno de promonárquicos y antijudíos, obtuvo el 10.3% de los votos.
  • El otro 13.5% eran partidos de derecha.


Después de su traición, con el movimiento social que podría haberlos llevado al poder reprimido, la socialdemocracia alemana estaba en minoría con respecto al resto de las fuerzas políticas.

En esas condiciones en la Asamblea Nacional que resultó fue redactada una constitución para Alemania. Se configuró la existencia de un Presidente que sería electo por votación popular y duraría en el poder 7 años, tendría la facultad de elegir al canciller para que formara gobierno, podría disolver al gabinete y vetar las leyes del poder legislativo. Aunque después la derecha alemana diría que se estaba rompiendo con la tradición histórica de Alemania, lo cierto es que con la promulgación de esa constitución, en noviembre de 1919, estaban pasando de un emperador vitalicio que llegaba al poder por razones hereditarias, a uno temporal elegido por el pueblo.

En premio a su labor de zapa contra el movimiento obrero, Friederich Ebert fue elegido Presidente, cargo que ocupó hasta 1925, gobernando entre suspiro y suspiro, como dice la canción que cantaba Jorge Negrete. Pero los de Ebert no eran por razones de amor, sino porque tenía los dedos pillados entre las puertas que empujaban los movimientos de izquierda y de derecha en Alemania.

La Presión de los Aliados y la Locura Económica de la postguerra en Alemania.

A diferencia de lo ocurrido después de la Segunda Guerra Mundial, cuando finalizó la Primera Alemania no sufrió la ocupación de su territorio. Los problemas se incrementaron cuando tuvo necesidad de firmar el Tratado de Paz de Versalles el 28 de junio de 1919, que la obligaba a pagar a los aliados 6 mil 600 millones de libras esterlinas por concepto de reparación de los daños ocasionados como consecuencia de los años de guerra.

Aparte de lo anterior, en marzo de 1921 los gobiernos de Francia y de Bélgica ordenaron a sus ejércitos ocupar la región de Duisburgo, un área que en términos del Tratado debía mantenerse como zona desmilitarizada. La intención de los antiguos aliados era demostrar a Alemania su intención de utilizar todos los medios que fueran necesarios para obligarla a realizar los pagos ordenados, sin embargo, eso no hizo más que agravar la situación. Hacia 1922 estaba claro que Alemania no podía pagar, de modo que el Gobierno de Francia buscaba el reconocimiento de condiciones más leves de pago hacia esa nación. Pero en cambio, el Gobierno de Inglaterra se negaba, de modo que los franceses se vieron orillados a sostener su posición inicial extendiendo la ocupación a gran parte de la llamada Cuenca del Río Ruhr, una zona famosa en el mundo por la enorme aglomeración de personas, por su alta producción de carbón, fundamental para la industria, y también, por el alto rendimiento de sus tierras cultivables.

El Gobierno de Alemania estaba en quiebra, de modo que recurrió a varias medidas desesperadas para salvar la situación, contribuyendo con ello al agravamiento de las mismas: por un lado se hizo de la vista gorda cuando los trabajadores de la zona del Ruhr se negaron a obedecer las órdenes del ejército de ocupación, por otra parte, para resolver sus problemas de recursos económicos se dedicó a imprimir dinero que no podía respaldar con ningún valor, como oro, plata y otros productos que podrían ser aceptados como representantes de riqueza.

En el fondo se admitía, sin reconocerlo en forma explícita, la teoría del valor de Carlos Marx, quien en su libro El Capital había explicado que el valor de los productos se basa en la cantidad de tiempo socialmente necesario para producirlo. Dicho en forma específica, el valor del oro se debía a la cantidad de trabajo necesario para obtenerlo, igual que ocurre con el resto de productos que en la actualidad le llaman: “comodities” en la jerga cotidiana de los analistas de la economía y de los vaivenes de las bolsas de valores.

En los hechos la teoría del valor de Carlos Marx sigue siendo tácitamente reconocida, pues siempre que los papeles extendidos en el sistema bursátil se ponen en peligro, los grandes inversionistas compran oro, petróleo, trigo, arroz, etcétera. Esos son ejemplos de los famosos comodities. Mercancías concretas que en su existencia guardan un valor, más abajo del cual, el precio no habrá de caer demasiado como consecuencia de las especulaciones y de la oferta y la demanda.

Pero Alemania no disponía de esa clase de riqueza para imprimir billetes, sin embargo, lo hizo. A raíz de esa medida las relaciones económicas internas de Alemania entraron en una espiral de absurdos debido a la inflación que se desató. Por ejemplo, la barra de pan que en 1918 costaba 63 centavos de marco, en 1922 alcanzó el precio de 163.15 marcos, en enero de 1923 subió a 250 marcos, en julio de 1923 llegó a 3 mil 456 marcos, en septiembre de ese año a 1 millón y medio de marcos y en noviembre de 1923 a 201 mil millones de marcos.

Un huevo que en 1914 costaba 90 centavos de marco, subió en 1921 a 1.60 marcos, en 1922 a 7 marcos, en julio de 1923 a 5 mil marcos, en septiembre de ese mismo año a 4 millones de marcos y en noviembre de 1923 a 320 mil millones de marcos.

La sucesión de elecciones y la inestabilidad en la República de Weimar.

En las elecciones alemanas de 1920 el Partido Socialdemócrata Independiente, que viene de la fundación iniciada por Rosa Luxemburgo para diferenciarse de los socialdemócratas que cooperaban con el régimen del Káiser, decide entrar al proceso electoral por separado y obtiene el 17.9% de los votos, contra el 21.7% del SPD de Friederich Ebert. Sumando los dos resultados, uno encuentra que se trata del 39.6% de la votación, lo cual significa un incremento de 1.7% con respecto al año anterior.


Procede comentar que tomar como expresión de la izquierda de Alemania a los socialdemócratas es muy cuestionable, pues su política de colaboración con la derecha tiene ya una historia muy larga en los años 1920. Sin embargo, si aceptamos que había un sector de la población que los veía como una opción distinta a la derecha, puede uno suponer que, si bien los líderes tenían una conducta oscura en lo referente a las reivindicaciones de los trabajadores, la población sí los estaba buscando como representantes de algo distinto.

Un dato importante es la participación de los votantes. De cada cuatro alemanes con derecho al voto, tres lo ejercían. Este 75% de votación indica que el pueblo alemán creía en las elecciones, y demuestra, en particular, que la democracia sí era una opción en la mente de la gente.

Al pasar los años la situación general de la izquierda no mejora, como lo demuestra la evolución de resultados que se aprecian en las siguientes gráficas. El Partido Comunista Alemán se presenta en las elecciones hacia la mitad de los años 1920 e incrementa su votación lenta pero paulatinamente hasta 1930. Sin embargo, la traición de Ebert no es olvidada por los comunistas, quienes tienen un programa político muy diferente al de los socialdemócratas. Después de un descenso en las elecciones de diciembre de 1924, los comunistas incrementan su votación de acuerdo a una función lineal, mientras que el SPD decrece en la misma medida en que el Partido Comunista Alemán crece.



Relatos interesantes sobre la época se pueden encontrar también en la siguiente dirección:

De acuerdo a José Ramón Díez Espinosa, la burguesía alemana y el ejército veían a la República de
Weimar como un situación provisional que les permitiría, en algún momento propicio, regresar al régimen anterior. Díez Espinosa, de la Universidad de Valladolid, en España, afirma lo anterior en “La democracia parlamentaria en la República de Weimar: entre el mito y la realidad.”

Me parece que así lo había percibido también Adolfo Hitler, quien pronunciaba discursos adulando el interés de la burguesía y de la alta oficialidad del ejército, como ocurrió con una de sus alocuciones registrada en la ciudad de Dusseldorf, el 27 de enero de 1932, cuando era líder de la bancada del Partido Nacional Socialista en el parlamento alemán. Dijo:

“Es natural que la inteligencia disponible en una nación, en la cual los inteligentes siempre están en minoría, se pretenda que se trata del mismo valor de todos los demás. Entonces, el genio, la capacidad, el valor de la personalidad, son lentamente sujetos a la mayoría. Este proceso es el que falsamente es llamado el gobierno del pueblo. Pero este no es el gobierno del pueblo, sino en realidad, el gobierno de la estupidez, de la mediocridad, de los descorazonados, de la cobardía, de la debilidad, y de todo lo que es inadecuado.”

Más adelante concluía: “Así la democracia llevará en la práctica a la destrucción de los valores verdaderos de un pueblo.”

La gráfica siguiente demuestra cómo la votación a favor de la derecha alemana se incrementó en las elecciones de septiembre de 1930 y de julio de 1932. Si consideramos que en octubre de 1929 apareció una crisis económica de efectos internacionales con la caída de la Bolsa de Valores de Nueca York, estamos tentados a pensar que el crecimiento de la votación de la derecha en Alemania está relacionada con la crisis que sobrevino en 1929, cuando apenas intentaban recuperarse de la locura económica previa a 1926. José Ramón Díez Espinosa abunda sobre esa hipótesis en la obra que hemos citado párrafos atrás.



En las elecciones presidenciales de 1925, tras la muerte de Friederich Ebert, gana Paul von Hindenburg con el 48.3% de los votos, en segundo lugar queda Wilhelm Marx, político católico perteneciente al Partido del Centro, obtiene el 45.3% de la votación, mientras que Ernst Thälmann, del Partido Comunista, ocupa un lejano 6.4%. Considerando la edad de von Hindenburg, y el creciente deterioro de su estado de salud, se abre desde entonces la opción para que la ultraderecha ocupe el poder a base de las maniobras palaciegas en las que tiene siglos de experiencia, pues al canciller que forma gobierno no lo elige el pueblo. Lo nombra el Presidente.

En Abril de 1932 se cumple el periodo de Paul von Hindenburg y vuelve a haber elecciones para elegir a un Presidente. Esta vez se presenta también Adolfo Hitler, y de nuevo, Ernst Thälmann. Los resultados quedan como sigue:
  1. Paul von Hindenburg con el 53.1%.
  2. Adolfo Hitler con el 36.7%
  3. Ernst Thälmann con el 10.1%

Vemos que Alemania ya está en manos de la reacción, sin embargo, ese año marca el declive electoral de los nazis, pues ganan las elecciones parlamentarias por un pequeño margen sobre la izquierda en julio de 1932, pero caen en las de noviembre de ese mismo año. Las de marzo de 1933 ocurren bajo la amenaza directa de más de 40 mil supuestos policías recién contratados por el régimen de Hitler. Aún en esas condiciones, la suma de la izquierda conserva muchos diputados:



Diciembre de 1932 resulta ser el mes decisivo, ha habido dos elecciones parlamentarias ese año y en la última de ellas los nazis han perdido un número considerable de diputados. Además, Hitler acaba de fracasar en su intento por ser el Presidente de Alemania. La izquierda tiene mayoría en el parlamento, pero a diferencia de la situación revolucionaria de 1918, cuando la burguesía y el ejército acuerdan seleccionar a los líderes socialdemócratas para que formen el nuevo gobierno, esta vez ya no los quieren. Se cierra el año en una gran incertidumbre económica y política y se inicia enero de 1933 en una inestabilidad sin esperanzas. Es el año al que en 1999 Günther Grass dedicaría un capítulo de su libro “Mi Siglo”, con el título: “Algo Tenía que Pasar”.

La llegada de los nazis al poder.

José Ramón Díez Espinosa afirma que uno de los grandes defectos de la Constitución de Weimar era que abría la oportunidad para que el Presidente nombrara como canciller a líderes sin mayoría en el parlamento. Esto dificultaba, o impedía, la posibilidad de organizar un gobierno coherente en el que pudieran fluir los planes de gobierno con presupuestos aprobados en procedimientos normales. Como ya mencioné, el pueblo alemán creía en la democracia, como se concluye de que su participación en las elecciones tendía a mantenerse por encima del 75% de las personas con derecho a voto. Sin embargo, la democracia no le estaba dando soluciones a sus problemas de trabajo y de obtención de un salario para poder vivir.

En palabras de Díez, “Para muchos alemanes las promesas de la socialdemocracia fueron simples
pompas de jabón, y como tales ligeras e ilusorias: los funcionarios encargados de velar por la democracia eran los antiguos servidores imperiales; el comportamiento cotidiano de jueces y fiscales no parecía ajustado a la vigente legalidad democrática y republicana; ...”

El fracaso de la socialdemocracia devino en un fortalecimiento de la ultraderecha alemana, según Díez Espinosa “El fracaso de la ideología de Weimar conduce casi mecánicamente al triunfo
de las opciones antisistema, especialmente la derecha nacionalista.” Más todavía, según este estudioso de la realidad alemana, el pensamiento plasmado en la Constitución había dejado de ser válido, “El Parlamento, órgano soberano de la democracia alemana y expresión del voto democrático en las urnas, es apartado de la toma de decisiones políticas. La legitimidad de la acción política se desplaza del Parlamento a la Presidencia de la República.”

En enero de 1932 todo giraba en torno a la decisión que habría de tomar el Presidente Hindenburg, un hombre del que muchos escritores han dicho que ya sufría de una demencia senil diagnosticada, al menos, desde 1930. Así, todo se resolvió en intrigas palaciegas: por ejemplo, Kurt von Schleicher, un general del equipo de Paul von Hindenburg, colocado como consejero político del Presidente, había maniobrado para que Heinrich Brüning fuera nombrado Canciller en marzo de 1930. Luego había respaldado a Franz von Papen, cuyas políticas fueron consideradas por Schleicher como exageradamente derechistas. En consecuencia, debido a que él favorecía un gobierno centrista, se dedicó a maniobrar en contra de von Papen, quien fue destituido como Canciller el 17 de noviembre de 1932. Antes, Schleicher se había enemistado con Hitler debido a que trataba de inmiscuirse en las actividades del partido de los nazis.

Como consecuencia de todas estas intrigas, Schleicher llegó a Canciller el 3 de diciembre de 1932, pero generó el acercamiento de von Papen con Hitler, quienes lo vieron como un enemigo común que había que expulsar del poder. Schleicher dictó una serie de medidas que fueron criticadas por los empresarios que controlaban la producción agrícola en Alemania, de modo que al iniciar el año de 1933 su dirección se había desgastado ante los ojos del Presidente von Hindenburg. Para finales de enero de ese año Kurt von Schleicher sabía que sus días de Canciller estaban contados, de modo que preparó la forma que él creía menos peligrosa para si mismo.

Se cuenta que von Papen se apoyó en al menos 6 industriales para convencer a von Hindenburg de nombrara Canciller a Hitler:
  • Horacio Schacht, banquero que era bien apreciado por haber puesto la inflación bajo control cuando el precio de la moneda cayó en la espiral de locura que ya relatamos.
  • Gustavo Krupp, dueño de empresas fabricantes de armamento.
  • Alfredo Krupp, hijo del primero, quien controlaba el diseño y construcción de nuevas armas.
  • Fritz Thyssen, dueño de un enorme consorcio del acero en Alemania, quien controlaba el 75% de los yacimientos minerales necesarios para la fabricación del mismo. Se afirma que respaldaba económicamente al partido nazi.
  • Albert Voegler, ingeniero en la industria del acero y el carbón, quien ayudaba económicamente al partido nazi al menos desde 1928.
  • Emilio Kirdof, empresario de la industria textil, quien había escuchado a Hitler en 1927 y se había impresionado favorablemente con sus ideas de extrema derecho.

Hitler fue nombrado Canciller el 30 de enero de 1933. A partir de ese momento no descansa hasta acabar con toda oposición. Empezó con los comunistas, y después, los socialistas. Nadie que se opusiera se salvó, al intrigante Kurt von Schleicher lo mandó ejecutar la noche de los cuchillos largos. Como dice el refrán: cuando la perra es brava, hasta a los de la casa muerde. Entre las primeras medidas de los nazis se encuentran las siguientes:
  1. El 22 de febrero de 1933 contrató como integrantes de una policía auxiliar a 40 mil integrantes de las fuerzas de choque de su partido.
  2. El 27 de febrero los nazis incendiaron el Edificio del Parlamento y culparon del hecho a los comunistas.
  3. Al día siguiente Hitler dictó medidas de emergencia para controlar la situación de violencia que su propia gente había creado.
  4. En marzo de 1933 se abrieron los primeros campos de concentración para confinar allí a los opositores políticos.
  5. En marzo el Parlamento Alemán, de mayoría derechista, acuerda un ley que le da poderes dictatoriales a Hitler, pero antes del inicio de la sesión, los diputados comunistas son arrestados en donde quiera que se encuentran, incluso a las puertas del edificio donde se realiza la sesión, y son enviados a campos de concentración.
  6. El primero de abril los nazis refuerzan el boicot a las tiendas y negocios de judíos.
  7. El 11 de abril siguiente aparece el primer decreto que sienta las bases legales para la discriminación de judíos, gitanos y negros.
  8. El 10 de mayo siguiente los nazis organizan la famosa quema de libros judíos, entre ellos unos sobre Teoría de la Relatividad de Albert Einstein.
  9. En julio de 1933 el partido nazi es el único legal en Alemania.

De allí en adelante, a los no arios se les van planteando una cantidad creciente de prohibiciones, que se van escalando hasta llegar al ya bien conocido y documentado holocausto.

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